guaido venezuelaRaysa White Más.- El proceso venezolano con su utopía de construir el Socialismo del Siglo XXI, término ideado por el sociólogo alemán Heinz Dieterich Steffan para nominalizar las ideas del Comandante Chávez, y que el líder comunista asume entusiastamente y con sincera seriedad, haciéndolo legítimo en un Fórum internacional, viene decolorándose poco a poco en la largura de unos veinte años donde los venezolanos, primero la llamada burguesía y, posteriormente, las masas populares que no tocaron a beneficios sustanciales, hasta quedar en el mayor desamparo, recogen las migajas del desencanto, único botín que les queda, luego que un grupo minoritario, autoritarista e ineficaz se acomoda, y para perpetuar su permanencia en el poder, crea un formulismo inaceptable, edulcorado con una rancia retórica política, pero realmente amparado en la represión, la demagogia y la violencia. Este es el cuadro.

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Lo que activa el polvorín es la reelección de Nicolás Maduro, el 10 de enero del presente año, como presidente de Venezuela por medio de unas elecciones que, dentro de las reglas de un proceso que se hace reconocer como democrático,  presentaron las siguientes irregularidades:

. La imposición de una Asamblea Constituyente con poderes plenipotenciarios por parte del oficialismo, y la reducción de atribuciones del poder legislativo de la Asamblea Nacional, que agrupa a las fuerzas opositoras.

. Adelanto de la fecha de Elecciones, de junio  para abril, forzado a mayo, burlándose de los acuerdos realizados con la Oposición en el diálogo que sostuvieron en República Dominicana.

. Desaparición del panorama político, con el fin de aligerar la competencia, de líderes importantes de la oposición ya fuese por inhabilitación, como el caso de Capriles; exilio, como el caso de Carlos Vecchio o encarcelamiento, como a Leopoldo López, Secretario General de Voluntad Popular, para mencionar algunos ejemplos.

. No permitir la observación internacional.

. No permitir el monitoreo técnico que diera fe de la validez del voto electrónico.

Ante la falta de garantías una parte de la oposición se niega a legitimar estas elecciones y no participa. Y tal como se esperaba, Nicolás Maduro sale ganador.

El 11 de enero, el presidente en funciones de la Asamblea Nacional, un joven ingeniero llamado Juan Guaidó, haciendo uso de los derechos constitucionales apela a la fórmula del cabildo abierto y micrófono en mano se dirige a los asistentes de una concentración de protesta convocada en Caracas, y denuncia a Nicolás Maduro como un «usurpador». Hizo un llamado al Ejército, a los pobladores de la Capital y a la comunidad internacional con el fin de ser apoyado para sacarlo del poder. Y restituir el orden constitucional.

Proclamacion de Juan Guaido como presidente interino de Venezuela.

Días después, -tomando como símbolo la gran Marcha Nacional convocada para el 23 de enero, fecha histórica en que el pueblo venezolano conmemora el derrocamiento del gobierno del dictador Marcos Pérez Jiménez, ocurrido en 1958, por medio de un movimiento cívico-militar- el joven Presidente de la Asamblea Nacional,  sin haber dicho nada a nadie, y apoyándose en los artículos 233, 350 y 333 de la Constitución, sorprende a todos con estas palabras:

«Juro asumir formalmente las competencias del Ejecutivo Nacional como el presidente encargado de Venezuela para lograr el cese de la usurpación, un gobierno de transición y tener elecciones libres.”

Acto seguido pide el apoyo del pueblo, de las Fuerzas Armadas de su país y de la comunidad internacional.

El 23 de enero, y es sumamente importante resaltar este detalle, trae para el inconsciente colectivo del pueblo venezolano, una carga emblemática muy definida porque, según expertos del signo, ocurre sobre los acontecimientos de una fecha donde «se ha construido el relato heroico de un pueblo capaz de derrocar a un mal gobierno, y eso ha quedado estampado como un símbolo en la subjetividad venezolana».

Juan Guaidó, recibe en el plano nacional una mayoritaria respuesta de amplios sectores. Y desde la comunidad internacional es reconocido inmediatamente por el presidente estadounidense, Donald Trump, junto a Colombia, Argentina, Brasil, y Chile, a los que se fueron sumando  más de cincuenta países.

Pero le falla el alto mando de los militares venezolanos, que se mantiene fiel a Nicolás Maduro.

Mapa de países que apoyan a los dos presidentes.
Mapa de países que apoyan a los dos presidentes.

Al no tener el respaldo de la fuerza castrense, Juan Guaidó, diseña su estrategia por la vía pacífica, y apegado fielmente a la Constitución, hace uso de las técnicas de ablandamiento y la lucha política. Terreno altamente complicado porque la Izquierda, en el terreno de la lucha política, palo al que se está agarrando Nicolás Maduro y su gabinete, es prácticamente invulnerable.

Lo primero que pide Juan Guaidó es ayuda para a una población que se encuentra en una profunda crisis de desamparo. Lo cual niega el oficialismo. Y recibe una rápida respuesta internacional.

Las circunstancias comienzan a favorecer a Guaidó y para apoyar la entrega de la llamada ayuda humanitaria, el multimillonario británico Richard Branson, viendo el filón, se brinda para organizar un concierto en la ciudad fronteriza de Cúcuta, donde se han ido almacenando las donaciones, gracias al apoyo del gobierno de Colombia. El evento contó con la participación de treinta artistas de reconocido prestigio, y la presencia de los presidentes de Chile, Sebastián Piñera; Mario Abdo, de Paraguay, Iván Duque, de Colombia y el presidente interino de Venezuela, reconocido por medio centenar de países, Juan Guaidó, quien lo hizo por sorpresa.

El concierto cierra exitosamente con un público multitudinario.

La ayuda humanitaria, maniobra político publicitaria, que viene en suave envoltura, a modo de propuesta irrechazable, dada las condiciones deplorables en las que se encuentran las capas menos favorecidas del pueblo venezolano, llega protagonizada por los Estados Unidos en coalición con varios países de América y Europa. Y esto, desde luego, complejiza el tema porque Nicolás Maduro acaba de romper relaciones con los Estados Unidos.

Maduro condena la ayuda, y desde la noche anterior, manda a bloquear los puntos fronterizos de una manera burda. Coloca tropas debajo de los puentes, encima y en sus alrededores impidiendoles el paso a los delegados de la Asamblea Nacional y a la población civil, para organizar la entrada de los camiones, y al tratar de acercarse son recibidos con gases lacrimógenos y disparos de balas de plástico.

La represión se amplifica en las poblaciones aledañas, con la presencia de los temibles “colectivos”, unidades civiles armadas y motorizadas, que usa el gobierno de forma paralela, para reprimir a manifestantes de la oposición.

Grupos estudiantiles se envalentonan y comienzan a lanzar bombas caseras a los militares, al estilo de los cócteles molotov, y algunos, en un arrebato de temeridad e impotencia, tratan de devolverles, las cápsulas de gases lacrimógenos que comienzan humear en el pavimento.

Los enfrentamientos dejan un saldo de varios muertos y decenas de heridos.

Mi persona piensa, que entre los continuados errores garrafales que Nicolás Maduro ha cometido como gobernante, es no haber tenido la astucia de aceptar la ayuda y dejarla pasar ¿Por qué no hacerlo si él tiene el poder militar para controlarla una vez dentro? Y hubiese actuado con altruismo, desarticulando la campaña mediática. No ocurrió así.

No aceptando la ayuda humanitaria y reprimiendo su entrada a Venezuela, Nicolás Maduro dejó escapar la oportunidad de su vida: con la que pudo haber dado un rotundo golpe a la estrategia de Juan Guaidó, a Estados Unidos y a las intenciones de la derecha internacional.

Su respuesta fue la soberbia, la prepotencia, la rabia, conductas impropias de una persona que tiene el deber de guiar a un pueblo.

A Nicolás Maduro le toca asumir su responsabilidad.

Inclusive, la del fuego a la carga de los camiones, pues aunque el incidente fue provocado por un muchacho, al errar el tiro de su bomba casera, para nadie es un secreto que los militares tienen entrenamiento para apagar fuegos, contra y más un fuego de tan poca envergadura.

Sin embargo, nadie movió un musculo, dejaron quemar cientos de alimentos y materiales de salud.

¿Un hombre como Nicolás Maduro debe seguir gobernando a Venezuela? Categóricamente, no. Los venezolanos no merecen esa grosera imposición, porque él no tiene las condiciones ni como líder ni como ser humano ni como nada.

Dice el refrán: “El que nace para burro, nunca llegará a caballo.” A veces los refranes populares son de un acierto impresionante.

¿Qué hacer, sacarlo a  la fuerza?

Cierto es que una intervención militar de los Estados Unidos resolvería el asunto en menos de 48 horas. Pero no es la opción correcta.

En primer lugar la situación de Venezuela se ha complejizado de tal modo, y se ha enmarañado entre tantos intereses, que no hay claridad para visualizar el resultado final.

Debe ser que no supimos, poesías de Raysa White Más, Ediciones Verbo(des)nudo, Chile, 2016.
Ediciones Verbo(des)nudo, Chile, 2016. Pueden solicitarlo a través LA TIENDA.

El uso de la fuerza militar de una potencia extranjera en Venezuela sería una torpeza enorme porque es una batalla ganada moral, legal y políticamente.

Pedir la intervención militar de los Estados Unidos para resolver esta crisis es de un costo político impagable porque cambiaría el carácter de la lucha, una lucha donde el pueblo venezolano lleva año tras año, entregando hasta su propia vida.

Por otro lado, atraería hacia Cuba tambores de guerra que se han venido evitando por más de 60 años.

Entonces, cuál sería el camino: negociar. ¿Pero negociar cómo?

Con la guerra de Angola, Fidel Castro les dio una importante lección a los cubanos. Al final de la contienda, él se percató de que, con la muerte de Agostinho Neto, aquel sacrificio sólo había servido para enriquecer a un grupo corrupto, lleno de intereses mezquinos, y mandó a retirar las tropas cubanas, ordenando traer a la patria hasta los huesos que estaban enterrados en aquel país. La orden fue de tal envergadura y los militares cubanos, que cumplieron la misión, lo saben muy bien, que cuando no encontraban el cadáver, tenían que echar en un envase una paletada de tierra con el nombre del combatiente y el lugar de donde aproximadamente cayó. Él ordenó que no quedara en Angola ni un solo hueso de un cubano.

Hay decisiones históricas que los cubanos no deben olvidar.

Cuba está comprometida con Maduro política y contractualmente. No  lo puede abandonar. Pero el gobierno de Maduro ha experimentado en los últimos años una gradual pérdida de prestigio. Y Cuba debe estar consciente de que Nicolás Maduro lo que está pagándole, con los bienes de los venezolanos, es la permanencia en el poder ¿Y cuál es el carácter de ese poder? ¿Socialista?

La tesis de la violencia revolucionaria se planteó como método de lucha contra los explotadores, pero ni Carlos Marx ni Federico Engels ni ninguno de los teóricos del marxismo aconsejaron que se usara para reprimir y asesinar a poblaciones hambrientas y desesperadas que salen a la calle a protestar porque ya no tienen de otra.

Hoy la oposición venezolana no es homogénea ni política ni socialmente. La situación precaria del país ha llevado a una unión obligada de todas las tendencias, incluso, de sus gremios y sindicatos. Ya no se trata de las clases ricas contra las pobres. Se trata de la supervivencia de un pueblo, y no se puede andar buscando culpables para pegarles la desgracia. Al gobierno de Nicolás Maduro, a sus métodos y a sus malogradas decisiones, le toca una gran parte de la responsabilidad.

La crisis humanitaria de Venezuela tiene muchas motivaciones y, entre ellas, la de una pésima gobernabilidad. Y si un gobierno no sirve, sencillamente hay que renovarlo. Y que nadie se aparezca con la teoría de que el PSUV carece de cuadros capaces. Imposible.

Yo le suplico al gobierno de mi  país que actúe con altura.  Necesitamos el petróleo como necesitamos muchas otras cosas. Cuba es un país con pocas riquezas, pero le sobra la riqueza más linda, que es la del talento y la integridad de los cubanos.

Al Secretario General del Partido Raúl Castro, le rogamos, negocie este asunto con dignidad. Y obvie los beneficios económicos o financieros. En la vida también hay que tener valor para perder.

Y si alguien de los asignados por Cuba, en este conflicto, no está asesorando bien al gobierno oficialista de Venezuela, es más conveniente quitarle la tarea o pasarlo a retiro. Pero la integridad de Cuba no amerita ser puesta en juego por asuntos como este.

Siempre es bueno, General, saber cuándo estamos oliendo a cáncamo. Y mucho más, a cáncamo quemado.

Nicolás Maduro y su gabinete deben renunciar y reconocer su derrota, antes de que se llegue a situaciones de extremos y sangrientos desenlaces. Eso es lo que haría cualquier gobernante decoroso en circunstancias similares.

Si se va a negociar, debe ser su salida. Con él, moralmente, no hay más negociación. Las recomendaciones del Grupo de Lima, el cual  pide un diálogo internacional “ampliado” es comprensible. Deben participar Rusia y China porque ¿cómo se va a pagar lo que se debe a Rusia, a China y a los demás cuentahabientes si este conflicto se recrudece? Hay que llegar a acuerdos que resguarden “todos los acuerdos”, porque si en los acuerdos no se resguardan “todos los acuerdos”, las negociaciones se pueden malograr. De ahí que países como Uruguay y México sugieren se haga esta reunión bajo la supervisión de la ONU, para que no queden dudas de la seriedad y la buena voluntad.

La postura de Juan Guaidó, debe ser continuar de acuerdo a la Ley, como está haciendo hasta ahora. Seguir la línea constitucional. Y si, al final, no se llegan a acuerdos donde el gobierno de Nicolás Maduro entienda que las bases de negociación con él y su gabinete son: Cese de la usurpación, Transición democrática y Orden constitucional. Tocaría apelar a los artículos de la Constitución venezolana que lo respaldan para asumir la creación de misiones militares en el exterior. Y apoderarse de las prerrogativas de su cargo como Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas.

Los militares, oficiales, soldados y cadetes, que han pasado a la fila constitucional y le han jurado lealtad, sus diputados, más un pueblo multitudinario que siguen marchando con él, necesitan de su actitud ejecutiva, en este sentido. Guaidó debe darle carácter real al apoyo potencial que está recibiendo de los policías y militares que, en sincera actitud patriótica, se están poniendo bajo su mando. Y organizar al pueblo junto a sus Fuerzas Armadas.

Que tome el mando. Pues apoyo no le va a faltar.

Santo Domingo, 26 de febrero de 2019