
RANDALL CORELLA V. / La Nación / San José, Costa Rica
“¡Santo, santo, santo!”. Durante varios minutos, el grito de la multitud aglutinada en la plaza San Pedro se esparció por todo el Vaticano, por todo Roma. Los restos del papa Juan Pablo II descansaban aún frente al altar, en un sencillo féretro de ciprés, y ya miles de personas de todos los orígenes, edades y colores interrumpían su funeral para pedir su canonización.
“Juan Pablo II nos ve y nos bendice”, afirmó en la homilía el cardenal alemán Joseph Ratzinger, quien presidió la misa de dos horas y media en el atrio de la basílica de San Pedro.
Este 1.° de mayo, seis años después, el mismo Ratzinger, hoy ordenado como el papa Benedicto XVI, lo declarará beato tras un proceso que se definió en tiempo récord.
Aunque este proceso ha seguido los mismos pasos que cualquiera de este tipo, muchos coinciden en que el camino hacia la santidad del primer papa polaco empezó antes de lo normal.
“La causa, por dispensa pontificia, comenzó antes de que transcurrieran los cinco años desde la muerte del siervo de Dios, exigidos por la normativa vigente. Esta medida fue solicitada por la imponente fama de santidad de la que gozó Juan Pablo II en su vida, en la muerte y después de la muerte”, explicó un comunicado de la Congregación para las Causas de los Santos.
Juan Pablo II, el primer pontífice eslavo de la historia, falleció a los 84 años de edad, el 2 de abril del 2005, y será beatificado en el plazo récord de seis años y un mes después de su deceso.
El anuncio se dio luego de que Benedicto XVI promulgara, el 14 de enero pasado, el decreto sobre el milagro atribuido a su intercesión. Se trata de la inexplicable curación de la monja francesa Marie Simon Pierre, quien padecía Parkinson desde el 2001.
Con esto se cumplió el último requisito para que Karol Wojtyla fuera elevado a los altares, y sehiciera realidad el sueño de los miles que pidieron a gritos su canonización.
Deseo papal
La religión católica romana es la única que posee un mecanismo formal y continuo para canonizar a una persona. En este proceso, intervienen un gran número de profesionales dedicados a investigar las vidas de quienes han sido considerados santos.
Cualquier bautizado como católico puede pedir la santificación de una persona. Para dar inicio a esta causa, el postulador debe presentar la petición ante el obispo diocesano del lugar donde falleció el candidato, siempre y cuando hayan transcurrido entre 5 y 30 años de su muerte.
Quien postuló la causa de betatificación de Juan Pablo II fue monseñor Slawomir Oder, obispo polaco radicado hace décadas en Roma, y también postulador de la causa de un coterráneo suyo, el sacerdote y mártir Stefan Frelichowski.
Según el Código de Derecho Canónico, la petición debe ir acompañada por una biografía del candidato, sus escritos y una lista de testigos que puedan dar fe de sus virtudes. Una vez entregados estos documentos, el obispo pide a la Conferencia Episcopal su parecer, y se da inicio a la causa. En adelante, el candidato será llamado “siervo de Dios”.
El proceso de beatificación de Juan Pablo II fue un caso especial. Se abrió en Roma, el 28 de junio del 2005, por deseo de Benedicto XVI, sin esperar los cinco años estipulados; al igual que lo hizo el mismo Wojtyla con la Madre Teresa de Calcuta.
“El Sumo Pontífice, teniendo en cuenta las peculiares circunstancias expuestas, ha dispensado del tiempo de cinco años de espera (…), de modo que la causa de beatificación y canonización pueda comenzar enseguida”, afirmaba el acta expedida por la Congregación para las Causas de los Santos en mayo de ese año.
Curación milagrosa
Para alcanzar la beatificación, la Iglesia Católica exige un milagro obrado por la intercesión del “venerable” después de su fallecimiento.
Se considera milagro a una manifestación extraordinaria de Dios, un hecho que no pueda atribuirse a ninguna causa natural, ni tenga explicaciones filosóficas o científicas.
Como prueba de esa ayuda divina, los postuladores de la causa de Juan Pablo II presentaron al examen de la Congregación la curación de la monja francesa Marie Simon Pierre, ocurrida en el 2005, cuando se habría librado del mal de Parkinson tras rezarle al pontífice recién fallecido.
Para el estudio científico de los milagros, existe una Consulta Médica en la Congregación, formada por un equipo de cinco médicos de diferentes ramas, quienes deben analizar el historial clínico del paciente, los testimonios de los médicos y enfermeras vinculados con el caso, y los exámenes hechos al enfermo.
Estos profesionales deben comprobar que la curación es completa, duradera e inexplicable según todos los criterios científicos. Si lo hacen, serán los asesores teológicos, los cardenales de la Congregación y, finalmente, el Papa, quienes decidan si se trata de un milagro… Aunque para ser aceptado, el milagro debió ocurrir por intercesión de un solo “siervo”, porque si se pidió la ayuda de varios, será difícil discernir quién actuó.
“Como es habitual, las numerosas actas de la investigación canónica, junto con los exámenes médico-legales, se sometieron al examen científico de la Consulta Médica el 21 de octubre del 2010. Sus expertos se expresaron a favor de que la curación era científicamente inexplicable”, añadió el informe.
Las conclusiones médicas fueron valoradas por los teólogos, quienes el 14 de diciembre del 2010 reconocieron por unanimidad la “intercesión eficaz” de Juan Pablo II para la curación milagrosa de la monja francesa.
“Por último, el 11 de enero del 2011, se celebró la sesión ordinaria de cardenales y obispos de la Congregación, que emitió un fallo unánime, considerando milagrosa la curación de la hermana Marie Simon Pierre”, concluyó el texto.
Con esto se cumplió el último requisito para que el Papa viajero fuera elevado a los altares, aunque aquel no fue el único milagro atribuido a su intercesión.
El secretario personal de Juan Pablo II, el polaco Stanislaw Dziwisz, aseguró que en 1998, un estadounidense enfermo de cáncer se curó tras recibir la comunión de manos del Papa. El supuesto milagro ocurrió cuando este hombre, creyéndose deshauciado, llegó al Vaticano con el deseo de ver al Pontífice y este le dio la comunión aunque resultó ser judío. Tiempo después, supieron que el hombre se había curado.
Otro de los “milagros” atribuidos a Wojtyla fue anunciado durante la primera misa de su novenario, cuando el cardenal Francesco Marchisano contó que, años atrás, la mano de Wojtyla sobre su cuello hizo que recuperara la voz de inmediato, luego de que un error médico hubiera dejado sus cuerdas vocales muy estropeadas.
Además, un joven mexicano afirmó que en 1990 recibió la bendición papal y se sanó de leucemia, y una religiosa colombiana sostuvo que la bendición del papa Juan Pablo II, también hace 20 años, le quitó una enfermedad incurable en el oído.
Polémica incluida
El próximo 1.º de mayo, el domingo de la Divina Misericordia, mediante un acto solemne en el Vaticano, el papa Benedicto XVI declarará que, de ahora en adelante, Juan Pablo II podrá ser llamado beato.
Para la Iglesia, un beato es un difunto que puede ser venerado en público en una región determinada. Ser proclamado así es el tercer paso en el camino a la canonización: el primero es siervo de Dios y el segundo, venerable.
Si después de la beatificación, sucede un nuevo milagro y tras el proceso de rigor se comprueba su intercesión, bastará para canonizarlo, inscribir su nombre en el catálogo de los santos y dar autorización para que se le rinda culto en la Iglesia universal.
La beatificación del Papa polaco surge además en momentos de crisis para la Iglesia. La pérdida de fieles y los recientes escándalos de pederastia y abusos sexuales han dejado una triste marca en los últimos años.
Para muchos, Juan Pablo II tuvo una influencia clave en la caída de los regímenes comunistas en Europa y su espíritu viajero puso a la Iglesia en todos los rincones del mundo. Sin embargo, también generó críticas su rechazo al uso del preservativo en tiempos del sida y a las uniones civiles entre homosexuales.
Cuestionamientos aparte, la decisión está tomada. Este 1.º de mayo, cientos de miles de personas presenciarán en Roma la beatificación del papa más querido de los últimos tiempos.
Desde hace varias semanas, la capital italiana se ha llenado con la imagen de quien fuera un auténtico trotamundos de la fe. Libros, exposiciones, agendas, calendarios, discos, camisetas, rosarios y un sinfín de artículos alusivos al próximo beato se ofrecen en cada esquina.
En una semana, decenas de cardenales concelebrarán con Benedicto XVI la ceremonia de beatificación y, cuando llegue el momento cumbre, un gran retrato de Juan Pablo II será descolgado en el balcón principal de la basílica de San Pedro, el mismo sitio donde, hace seis años, miles de gargantas se deshacían en gritos… “¡Santo, santo, santo!” .