A Josan Caballero
Entre tantas minúsculas bellezas
Hay una
Que Dios nos concedió en su grandeza
Cruda y perruna
Fecunda y entregada en igualdad:
El don de la amistad.
Desvariada puede ser
Todo lo indulta
Reproches padecer
Vilmente oculta
Su ruta con buril grabada queda
Como traza el gusano el hilo de su seda
Cabildo sin tierra
Guerrera sin arma
Pacífica en guerra
Infalible karma
Arranca recia las esquilmas del alma
Describiendo al fondo entre ceja y ceja
El sol que la desata
Y a una nube de gratitud se ata
Puerta y postigo.
Mas debo confesarte en cordial queja
Que entre vejez y libras no consigo
Postrarme ante tus pies, amable amigo.
Un magnífico poema de gratitud a una amistad, que también está de aniversario, es lo que me has otorgado hoy, increíble Raysa, niña elebrestada con los sueños de otros, cuando sus sueños se empinan de memoria, deambulan por la dicha del reencuentro, en un despertar de memorias compartidas, de soles que nos oscurecieron, y sombras que nos dieron de comer, porque la vida es éso, plenitud de dicha y de dolor al mismo tiempo, aunque el dolor sea más que un racimo de lágrimas cayendo, como la lluvia encima de nosotros, imperceptible y tierna, pero aunque nos empape, la dejamos que entre, le permitimos que nos abrigue, con su música húmeda y sin fondo, cual un pájaro que nos enamora y vuela aldededor, por dentro de nosotros. Esta elegía de Raysa White, la poeta que es amiga, o viceversa, se ha adueñado de mi corazón, y ya retoza como una liebre amable, en el corral de un perro fiel, que te sigue los pasos, para apresar juntos el mismo hueso de la poesía, pero con distinta música y espacios, en la conquista de ese Carpe Diem que nos permite ser mortales, y a la vez ángeles con causa, para la resurrección de nuestras vibraciones, en forma de columpios colosales, donde los demás puedan energizar sus vidas, a la par que nosotros. Un beso, hasta la próxima mordida de ese perro amable, que se llama libertad de expresión. Te quiere, Josán Caballero.
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